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La conspiración de los imbéciles

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Será el miedo a la verdad, al temor de no entender, o simplemente presumir de saber algo que el resto de la humanidad no sabe, llevan a muchos a aferrarse a creencias o pseudoconocimientos que se dan de patada con la ciencia y la realidad. El mejor ejemplo de todo esto, es el Terraplanismo.

Con sólo mirar de reojo la historia del conocimiento, se pude advertir que hace por lo menos 2500 años la humanidad sabe que la tierra es redonda, o algo más parecido a una bola que a un plato. En la antigüedad clásica fue popularizada por Pitágoras y Aristóteles, y aceptada por prácticamente todos los estudiosos. Eran tiempos de Ptolomeo, en el siglo II de nuestra era.

Unos 500 años antes, en el año 235 antes de Cristo, Eratóstenes de Cirene, astrónomo, geógrafo y matemático griego, ideó mediante el uso de sombras y conceptos básicos de geometría una forma de  calcular la longitud de la tierra. Sus trabajos geográficos los realizó en Egipto y no se conformó con sólo medirla, sino que además calculó la inclinación del eje de la Tierra, estimó la distancia desde la Tierra hasta el Sol e ideó intercalar cada cuatro años un día adicional en los calendarios, produciendo el año bisiesto y fue el primero en crear el primer mapa del mundo, incorporando paralelos y meridianos, por supuesto basados en el conocimiento geográfico disponible de su época.

Durante la Edad Media no creían en una tierra plana, sino que por creencias religiosas aceptaban el sistema geocéntrico de Aristóteles y Ptolomeo, que a esas alturas ya llevaba casi 1500 años de vigencia y aceptación. Sí desde hace siglo se sabe que la tierra es redonda, o casi, ¿de dónde sale la idea de un mundo en dos dimensiones?

La respuesta tiene fecha cierta y responsable determinado: Samuel Birley Rowbotham, un inglés que basándose en interpretaciones literales de ciertos pasajes de la Biblia, publicó un panfleto de 16 páginas, en 1870, que más adelante convirtió en un libro de 430 páginas, exponiendo sus puntos de vista al respecto.

De acuerdo con el sistema de Rowbotham, al que llamó Astronomía Zetética, “la Tierra es un disco plano centrado en el polo norte y cerrado  en su límite sur por un muro de hielo, con el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas a tan sólo unos centenares de millas sobre la superficie de la Tierra”.

En 1884 Rowbotham murió y sus seguidores crearon la “Sociedad Zetética Universal”, publicando una revista titulada “The Earth Not a Globe Review”, y permanecieron activos hasta bien entrado el siglo XX. Tras la Primera Guerra Mundial, el movimiento casi desapareció, pero sus ideas fueron tomadas por la Iglesia Católica Cristiana en Estados Unidos, que fue fundada por el curandero escocés John Alexander Dowie en 1895, la iglesia estableció la comunidad teocrática de Zion (Illinois), en la orilla del Lago Míchigan. En 1906 Dowie fue depuesto como líder del culto por su lugarteniente, Wilbur Glenn Voliva. Éste gobernó a sus 6.000 seguidores con mano de hierro y en las escuelas de la comunidad se enseñaba exclusivamente la doctrina de la Tierra plana. Voliva murió en 1942 y la iglesia se desintegró bajo una nube de escándalos financieros.

Algunos seguidores incorruptibles de la “Tierra plana” siguieron viviendo en Zion durante la década de 1950. Pocos años después, uno de los sobrevivientes de Zion, Samuel Shenton, creo en 1956 International Flat Earth Society, que sigue funcionando hasta la actualidad.

Desde entonces a la fecha casi nada cambio en el su teoría, a pesar de los avances científicos y tecnológicos en todos los campos: los humanos vivimos en un disco, con el Polo Norte en su centro, y un muro de hielo de 45 metros de alto como límite exterior. En este modelo, el Sol y la Luna no tienen más de 52 km de diámetro.

En marzo del año pasado se realizó en Colon, un municipio bonaerense y participaron unas 80 personas. Como en toda reunión de este tipo, el principal argumento parte en una suerte de conspiración universal y centenaria que tiene como único objetivo mantener a la humanidad engañada y por medio de una idea, como que la tierra es redonda, dominarlo. Aun se trata de dilucidar como una forma geométrica puede ser una herramienta para el sojuzgamiento del hombre.

Lo básico: la Tierra no es redonda, ni gira, ni órbita alrededor del Sol, el hombre nunca llegó a la Luna, la Estación Espacial Internacional no existe, las fotos del planeta flotando en el espacio son falsas, el hombre nunca  salió al espacio porque la atmósfera sería muy densa e impenetrable, y el mundo estaría rodeado de hielo.

Bajo ningún concepto aceptan los principios físicos básicos, y desconfían de científicos de la talla de Newton, Einsten o Carl Sagan, ya que todos ellos son parte de una conspiración universal, que es comandada por una sociedad secreta dirigida por las familias Rotschild, Morgan y Rockefeller.

Bajo este enorme paraguas de terraplanismo, se acomodan los antivacunas, los que aseguran que la mujer de Obama es un extraterrestre reptiliano, los que se creen que son aliens, los contactados y un variopinto circo de creyentes, que recuerdan más a la viejas comunidades hippies de los 60, que a una ONG científica.

Las contradicciones en este grupo están al orden del día y la verdad que a ellos poco lo importa. Los terraplanista consideran que la atmosfera es impenetrable, pero conviven con los que creen que los extraterrestres están y estuvieron con nosotros. ¿Por dónde entraron?

Ante todo es un planteo netamente antropocentrista, acientífico y mágico; en donde el conocimiento científico  es incompresible y choca de frente ante la falta de formación educativa y que en los últimos años tuvo una suerte de expansión gracias a las redes sociales.

La necesidad de buscar culpables a la situación que se vive, encarnado en conspiraciones o grupos de personas que manejan el mundo, la necesidad de diferenciarse, de convencer a otros que tienen un conocimiento “antiguo, secreto y poderoso”, mueven al grupo, que están tan lejos de la ciencia, como lo está el sol de nuestro redondo,  azul y cálido planeta del sol.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
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Salta, Argentina