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Una muestra gratis del Apocalipsis

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La pandemia de Coronavirus

Y de pronto cambió la vida. Las imágenes de aquella película futurista “El Demoledor” (Sylvester Stallone-Sandra Bullock) que daban risa por lo surrealista de esa sociedad donde nadie se tocaba, no “intercambiaban fluídos” (Léase, no besos y sexo virtual), ahora son realidad tangible. La distancia es la norma social y lo más grave, la desconfianza va ganando un terreno en el inconsciente que lleva a los ciudadanos a convertir cada hogar en un búnker.  Medidas extremas de higiene han convertido a cada casa en un verdadero quirófano.

Por Ernesto Bisceglia

Puertas afuera también se modela un mundo distinto. El vecino es algo nominal, “vive allá”, una distancia imprecisa aunque habite la casa de al lado. Los hombres y mujeres que hacían al tracto comercial diario –el diarero, la mucama, el repartidor, etc.- han desaparecido. El quiosco de la esquina ha cerrado y de “Pepe”, que hace décadas lo atiende nadie sabe dar razón.

Así de golpe, la familia se ha integrado otra vez. Ahora habitan y cohabitan juntos las 24 horas del día. No hubo un punto intermedio, de la desgajada vida con horarios distintos donde a veces apenas coincidían en un saludo, ahora ya no sabe de qué hablar. Y los padres se enteran de la vida de los hijos, se ven obligados a mirar cuadernos juntos y trabajar con un maestro que llega por la pantalla del teléfono o de la computadora.

Si Dios era una entelequia cada vez más extraña y distante a la sociedad, ahora sus representantes también lo son. Extraña visión la de una Semana Santa sin fieles visitando las clásicas siete iglesias, una Adoración a un Santísimo virtual y la misa escuchada en la comodidad del living o de la cama. Grave pesar para la caja de limosnas que quedó vacía.

El mundo político también acusó este golpe de cambio de estado: reuniones de gabinete y de funcionarios, todos con los rostros tapados que traen a la memoria imágenes de aquellas películas del “Spaghetti Western” cuando los bandidos se encontraban en la taberna. Salvo el gobernador de Salta, desaparecieron la mayoría de los políticos que ahora realizan su actividad desde Facebook Live o alguna Red social.

Un signo del tiempo actual fue el mensaje a las Cámaras del gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, solo acompañados de las autoridades y personal estrictamente necesario, la presencia aislada de un senador con más ganas de hacerse notar que de servir, pero aún en las crisis la estupidez es un daño colateral siempre presente, conectado con los legisladores vía Internet.

Los estadios deportivos, los cines, shoppings, clubes barriales, gimnasios, templos y hasta los moteles alojamiento, todos lugares de recreación –en el más literal de los sentidos- hoy acusan soledad y ruina.

Justamente, la prevención a la muerte representa la ruina económica de la sociedad, y siendo que el dinero es la variable que ajusta la existencia al éxito, a la comodidad y por supuesto, a las necesidades más elementales, quizá sea éste el punto donde hará su inflexión la historia.

Y este es el fondo de la cuestión. El universo detenido por un ente biológico microscópico que tiró abajo la macroeconomía, liquidó de un plumazo las Bolsas, bajó el precio del petróleo, detuvo a una parte de la flota militar norteamericana, partió en pedazos a la “Aldea Global”, aisló países, provincias y municipios, asesinó cientos de miles de humanos y amenaza voltear a los hombres más poderosos del planeta. ¡Y no se lo ve!

Es la gran paradoja de esta humanidad que vino preparándose para una contienda mundial, espiando al otro para gastar más millones de dólares en una ojiva más inteligente que pueda ingresar por la ventana del Salón Oval o esquivar la cúpula de la Catedral de San Patricio y fenecer a Putin en su sillón del Kremlin.

El sistema satelital, agudizado hasta el extremo para poder fotografiar con nitidez los remaches de un tanquero iraní o seguir en tiempo real a un individuo desde espacio, de repente es basura galáctica porque no hay barcos ni humanos a quien seguir y pronto, deberá utilizarse para transmitir datos escolares o trabajos de oficina.

Mientras tanto abajo, a cientos de kilómetros de la lente de la Estación Espacial, la discusión por las ideologías está por finalizar… si no ha finalizado ya; porque al fin y al cabo ¿para qué sirve hoy ser de izquierda o de derecha? ¿Ser trotkysta o nacionalsocialista? Si unos y otros pueden morirse juntos, uno al lado del otro en una cama de la misma sala de hospital.

Ahora sí podría decirse que Francis Fukuyama tenía razón, las ideologías han muerto… o por lo menos van a tener que adaptarse. Porque ¿cuál es la ideología que conviene al mundo actual? Si ni siquiera hay uno.

En unos meses más, ¿seguirá siendo Estados Unidos el imperio, el dólar la moneda y el inglés el idioma universal? O será el chino mandarín, o una adaptación del ruso. Chi lo sa.

La OTAN, ¿servirá para algo? Los árabes continuarán siendo aliados del “Gran Satán” o tributarán al Oso Soviético o tal vez Allah deberá pactar con Buda a cambio de baratijas de Taiwan.

El capitalismo ¿ha terminado? O se renovará como el Ave Fénix. Una cosa es segura, el libreto del liberalismo ya no convencerá como hasta ahora. Porque el mundo, los países, el vecino aislados han comprobado que pueden vivir sin la foto de Adam Smith en la mesita de luz.

De hecho, van a tener que sobrevivir con los recursos que tengan, imaginando cómo reemplazar ingresos, mudando de trabajo o profesión.

Además, el liberalismo se ha estrellado como aquel avión en el Pentágono contra un resurgimiento espontáneo del estatismo. El Estado vuelve a ser el protagonista de la vida pública y privada. De hecho, en Estados Unidos el gobierno ha tenido que salir a salvar a Wall Street.

Felicidad peronista en la Argentina, por ejemplo, aunque condicionada porque la dádiva estatal se ha extinguido como los lingotes de oro del Banco Central y el gobierno tendrá que pactar condiciones con los grupos económicos. No todo es tan malo, de esta puja de intereses puede salir algo promisorio. Pero muy pronto para decir qué puede ser.

Años anunciando el mundo telemático, la educación a distancia, el teletrabajo y los autos voladores. Para lo último falta un tanto, pero lo demás ya está aquí y vino para quedarse. Cuando se levantan las barreras del aislamiento social y la gente vuelva a las calles, primero, algunos –ojalá sean pocos- no estarán y otros –mucho- no encontrarán su habitual forma de vida. Sus negocios, sus trabajos, sus oficinas ya no estarán. Será el segundo momento, la segunda oportunidad para muerte. Porque la angustia vital, la desesperación económica se llevarán otras tantas vidas.

Por eso, lo importante en este momento es aprovechar la cuarentena para pensar qué hacer. Cómo hacerlo, con quiénes. Es momento de aprender, de estudiar, de subirse al teclado de una computadora y de imaginar cómo fluctuar en este nuevo mundo que se instaló “de prepo”.

Porque el mundo cambió de golpe. No sabemos si el Coronavirus es o no una de las Trompetas del Apocalipsis ¿será la primera, acaso? No podemos decirlo. Pero lo que sí sabemos es que todo esto que está pasando, se le parece en mucho.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina