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EEUU. vs China: ¿Una nueva guerra fría?

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Arturo van Cauwlaert

Lic. Relaciones Internacionales

La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, militar e informativo iniciado tras finalizar la Segunda Guerra Mundial entre el bloque Occidental (occidental-capitalista) liderado por los Estados Unidos, y el bloque del Este (oriental-comunista) liderado por la Unión Soviética.

Su origen se sitúa entre los años 1945 y 1947, durante las tensiones de la posguerra, y se prolongó hasta la disolución de la Unión Soviética (inicio de la Perestroika en 1985accidente nuclear de Chernóbil en 1986caída del muro de Berlín en 1989 e intento de golpe de Estado en la Unión Soviética de 1991). Ninguno de los dos bloques tomó acciones directas contra el otro, razón por la que se denominó “guerra fría”.

Sin embargo existe un cierto desacuerdo sobre cuándo comenzó exactamente la Guerra Fría. Mientras que la mayoría de historiadores sostienen que empezó nada más acabar la Segunda Guerra Mundial como dijimos, otros afirman que los inicios de la Guerra Fría se remontan al final de la Primera Guerra Mundial, en las tensiones que se produjeron entre el Imperio ruso, por un lado, y el Imperio británico y Estados Unidos, por el otro. El choque ideológico entre el comunismo y el capitalismo empezó en 1917, tras el triunfo de la Revolución rusa, de la que Rusia emergió como el primer país socialista. Este fue uno de los primeros eventos que provocó erosiones considerables en las relaciones ruso-estadounidenses.

Ahora bien, a más de 30 años del derrumbe del Pacto de Varsovia, nos encontramos que nuevamente dos potencias globales vuelven a encontrarse en el umbral de una posible confrontación a gran escala. En este caso nos referimos a China y Estados Unidos.

Las advertencias sobre una posible guerra entre Pekín y Washington se vienen sucediendo desde que China se convirtió en el principal rival político, económico y militar de Estados Unidos.

Pero, ¿Cuándo comenzó la Segunda Guerra Fría?.¿ Existe realmente una 2ª Guerra Fría?. En este sentido hay voces en contra y a favor.

Para algunos analistas la analogía es tentadora pero incierta. La primera gran diferencia es de carácter ideológico, por denominarlo de alguna manera. China no representa un sistema alternativo al capitalismo, como a su manera, a pesar de la burocratización y las tendencias restauracionistas, representaba la Unión Soviética. Es sí otro tipo de capitalismo, con fuerte dirigismo estatal, pero capitalismo al fin.

La segunda es económica y se deriva casi mecánicamente de la primera: las economías de China y Estados Unidos tienen una alta interdependencia, incluso después de cuatro años en los que Trump intentó desacoplar la economía norteamericana a fuerza de tarifas y políticas proteccionistas. Mientras que la Unión Soviética y Estados Unidos prácticamente no tenían ninguna relación comercial, China sigue siendo detrás de Japón el principal tenedor de bonos del Tesoro norteamericano, y es una parte esencial de las cadenas de suministro y valor de numerosas corporaciones.

En este camino también está el prestigioso historiador Odd Arne Westad quien manifesto que no es posible técnicamente hablar de una nueva versión de ese periodo al expresar que: “El actual conflicto no está acompañado, como en la Guerra Fría original, de una pugna ideológica, de una carrera armamentista a gran escala, de una comunidad internacional dividida en dos bloques o de la amenaza de una guerra nuclear total. Por el contrario, un mundo globalizado en términos de su economía y la tecnología de la información, junto con la existencia de otros actores internacionales de peso… auguran un mundo multipolar”.

En cuanto a los analistas que están en la otra vereda tenemos, a su vez, la disputa de saber cuándo comenzó esta nueva “cold war”.

Algunos insisten en que la nueva Guerra Fría ya había comenzado —con Rusia— en 2014, cuando Moscú envió sus tropas a Ucrania. Pero el deterioro de las relaciones ruso-estadounidenses palidece en comparación con el ascenso del antagonismo chino- estadounidense que se ha desarrollado en los últimos años.

Otros, por el contrario, manifiestan que la nueva Guerra Fría comenzó con la elección de Donald Trump en noviembre de 2016 empujado por su eslogan de campaña en contra del gigante asiático.

Terceros analistas sugieren como punto de partida admisible en enero de 2018 con la implementación, por parte de Estados Unidos, de aranceles a productos fabricados mayormente en China y meses más tarde, cuando el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, denunció el uso por parte de Pekín de “herramientas políticas, económicas y militares, así como de propaganda, para ampliar su influencia”.

Para poder entender estas manifestaciones del vicepresidente norteamericano hay que saber que el mayor peligro para Washington es que la economía China ya representa dos tercios de la estadounidense. De hecho, si ambas economías siguen creciendo como hasta ahora, China alcanzará a Estados Unidos en torno al año 2030, en parte también gracias a unas nuevas tecnologías con las que ya compite directamente con su gran rival: inteligencia artificial y electro movilidad, economía digital y producción de semiconductores. En definitiva, la llamada “destrucción mutua asegurada” de la era nuclear adopta hoy una forma nueva: la económica.

Posteriormente, lo que comenzó como una guerra comercial se convirtió rápidamente en un cúmulo de otros conflictos.

Como muestra de estos conflictos podemos recordar cuando estas dos potencias se vieron involucradas en una guerra tecnológica originada por el dominio global de la compañía china Huawei en las telecomunicaciones de red 5G.

En otro sentido, China se ha revelado como una verdadera amenaza, no ya para sus ciudadanos que viven bajo un régimen de censura y de terror político como en el caso de la minoría musulmana uigur, sino para sus vecinos con sus iniciativas de dominio militar en las que no elude la confrontación directa. Así sucede, por ejemplo, con la construcción de bases en tierra firme ganada al mar con el fin de controlar el acceso en una zona, el mar del Sur de China, en la que la libre circulación está consagrada por el derecho internacional.

Otro tanto sucede en la frontera norte de la India, en la que los escarceos militares han provocado un centenar de heridos. Y, por supuesto, está la situación de Hong Kong, en la que Pekin ha abandonado una posición de cierta resignación para pasar a la ofensiva obviando completamente su compromiso de mantener dicho territorio como una democracia (“Un país, dos sistemas”). Al mismo tiempo están las constantes amenazas de confrontación militar en Taiwan (una isla que fue el último reducto del ejército nacionalista opuesto a los comunistas y que se mantiene independiente en la práctica del resto de la nación China).

En contra posición hay otros muchos expertos que afirman con igual convicción que un conflicto entre China y Estados Unidos es evitable. En sus opiniones, las dos mayores economías del mundo están tan interrelacionadas que los riesgos serían demasiado serios para ambas. En este sentido hay que tener en cuenta que si Pekín decidiera deshacerse de golpe de sus reservas en dólares, no solo debilitaría el dólar, también se depreciarían buena parte de los recursos estatales chinos. Y si Washington agudizara la guerra comercial, no solo se vería afectada la capacidad exportadora china, también lo haría el propio mercado financiero estadounidense.

En este sentido, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi recalcó que las dos principales potencias mundiales “pierden con la confrontación” y “ganan con la cooperación” y deben encontrar “un modo de convivir pacíficamente”, ya que sobre ambas “recaen grandes responsabilidades” para el mantenimiento de la paz en el mundo

Finalmente y a pesar que durante un tiempo se disfrutó de esa paz, el impacto sanitario y económico del Covid19 en todo el mundo pero, en especial en Estados Unidos (agravado por la política negacionista y uniltareal de Trump) hicieron que se tensionen nuevamente las relaciones entre ambos países pero también hizo que se deteriore el liderazgo mundial norteamericano. De esta forma, ese desamparo hegemónico fue aprovechado por China para postularse como reemplazo, apelando al “soft power” lo que incluye hacer donaciones generosas a la Organización Mundial de la Salud, o enviar suministros para ayudar a países occidentales devastados por la pandemia, como Italia, y de paso meter una cuña en la Unión Europea.

En conclusión y pensando para los años venideros, innovación, conocimiento científico, inteligencia artificial, dominios en el ciberespacio, ciberseguridad, Internet, teletrabajo, educación online universal, eco tecnologías y cambio climático, seran temas donde el péndulo se moverá entre confrontación o cooperación y allí se podrá ver si es más fría o caliente esta nueva guerra.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
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Salta, Argentina